El próximo ganador de la inteligencia artificial no es la tecnología: es la energía
- Diego Alonso
- hace 6 días
- 5 Min. de lectura
Durante los últimos meses, he visto cómo los inversores siguen girando su mirada hacia las grandes tecnológicas: NVIDIA, Microsoft, Meta, Amazon… todas impulsadas por el auge de la inteligencia artificial. Pero después de leer y analizar a fondo la situación del mercado actual, llegué a una conclusión distinta: la verdadera oportunidad puede estar en otro sector.
Y no, no hablo de software ni de semiconductores. Hablo de energía.
La nueva dependencia energética de la inteligencia artificial
A primera vista puede parecer una contradicción. ¿Qué tiene que ver la IA con el petróleo, el gas o la electricidad?
Mucho más de lo que la mayoría imagina. Cada modelo de IA que se entrena —ya sea ChatGPT, Gemini o cualquier otro— necesita enormes centros de datos. Esas instalaciones consumen una cantidad gigantesca de electricidad, tanto para operar los chips como para mantener el enfriamiento de los servidores.
La demanda eléctrica de estos centros está creciendo a tal ritmo que incluso los países desarrollados empiezan a preocuparse por su capacidad de suministro. Esto me llevó a reflexionar: si la IA es el nuevo “cerebro” del mundo digital, la energía es su sistema circulatorio. Sin energía, no hay IA que funcione.
El analista Leo Nelissen lo explica con claridad: el cuello de botella no será tecnológico, sino energético. La expansión de los centros de datos impulsados por IA y la minería de datos está provocando un salto en el consumo global de electricidad. Por eso, el gran ganador de la era de la IA podría no ser una empresa de chips, sino una compañía energética.
Por qué creo que el dinero inteligente empezará a rotar hacia energía
Hoy las grandes tecnológicas cotizan con valoraciones altísimas. Muchos de sus precios ya reflejan el entusiasmo por la inteligencia artificial. Sin embargo, el sector energético, más cíclico y menos glamuroso, sigue rezagado. Esa combinación —expectativas contenidas y fundamentos en mejora— suele ser la receta perfecta para las rotaciones de capital.
El crecimiento de la IA está creando una nueva ola de demanda energética estructural. No es solo un ciclo, es una tendencia de largo plazo. Y aquí entran en juego tres factores que me parecen claves:
La necesidad de electricidad estable y barata. Las tecnológicas no pueden depender de fuentes intermitentes. Esto abre espacio para la energía tradicional, el gas natural y nuevas inversiones en infraestructura eléctrica.
El aumento de exportaciones de LNG (gas natural licuado). Con la demanda energética global disparándose, los productores de gas con capacidad de exportación están bien posicionados.
El atractivo de las valoraciones. Mientras los múltiplos del sector tecnológico superan las 30 o 40 veces beneficios, muchas energéticas cotizan a 7 o 8 veces, pagando dividendos altos y generando flujo de caja libre.
Existen empresas de energía que ya tienen patrocinio institucional, es decir, que las manos fuertes tienen en su portafolios en la actualidad, algunas de ellas son, Vistra Corp, NRG Energy y EQT Corporation. También creo que hay oportunidades en compañías de infraestructura eléctrica y redes de transmisión, que serán esenciales para alimentar la próxima generación de centros de datos.

Por ejemplo, NRG Energy ha tenido ya un 446% de crecimiento en los últimos 5 años.
Recuerda que puedes analizar los datos fundamentales y métricas de NRG Energy o Vistra Corp, en el analizador de acciones de Tradingview.
El cambio de narrativa: de los chips a la energía
El discurso actual del mercado gira en torno a NVIDIA, los semiconductores y la computación de alto rendimiento. Pero a medida que esa capa tecnológica madura, el foco empezará a moverse hacia la infraestructura que permite que todo eso funcione.
El mundo se está llenando de chips potentes… pero todos necesitan energía. Esa dependencia estructural podría convertir al sector energético en el “proveedor oculto” del auge de la IA.
Lo más interesante es que este escenario combina dos fuerzas opuestas:
La tecnología, que representa crecimiento exponencial.
La energía, que históricamente se percibe como un valor defensivo o cíclico.
Cuando ambos mundos convergen, surge algo único: una oportunidad de crecimiento con flujos estables.
Riesgos que no se pueden ignorar
Por supuesto, el sector energético no es un camino libre de obstáculos.
La volatilidad en los precios del petróleo y gas puede alterar las proyecciones. Además, la regulación ambiental y la transición hacia energías limpias podrían acelerar cambios estructurales.
Sin embargo, incluso esas transiciones necesitan inversión. Desarrollar parques solares, turbinas eólicas o plantas de hidrógeno verde también requiere energía, materiales, transporte y financiamiento. En otras palabras: la transición energética no elimina la demanda, solo la transforma.
El riesgo principal está en la ciclicidad, pero el potencial de recompensa es lo suficientemente atractivo para justificar la exposición. Y en mi opinión, tener una parte de la cartera en energía hoy es una forma inteligente de diversificar frente al sobrepeso tecnológico que domina los portafolios globales.
Qué puede hacer un inversor ante esta tendencia
Después de analizarlo, veo varios pasos prácticos que podríamos aplicar como traders o inversores:
Revisar la exposición sectorial. Si el 80 % de tu portafolio está en tecnología, quizás sea momento de equilibrar con energía.
Buscar empresas con fundamentos sólidos. Aquellas con bajo nivel de deuda, márgenes estables y exposición al gas natural o a redes eléctricas.
Aprovechar los dividendos. El flujo constante del sector energético puede servir para financiar posiciones más agresivas en tecnología.
Monitorear la relación XLE/SPY. Este ratio —entre el ETF de energía y el S&P 500— puede indicar si la rotación hacia energía ya comenzó.
Pensar a largo plazo. Si la IA va a dominar la próxima década, la energía que la alimenta también tendrá un papel protagonista.
Conclusión
Como trader e inversor, he aprendido que las grandes oportunidades suelen esconderse donde pocos miran. Mientras todos hablan de inteligencia artificial, chips y big tech, yo prefiero observar qué sectores se benefician de forma indirecta.
Y en este momento, ese sector parece ser el energético. El auge de la IA no solo cambiará cómo trabajamos o nos comunicamos, sino también cómo consumimos energía. Cada nuevo modelo, cada línea de código y cada consulta a una IA genera demanda eléctrica real.
Por eso, aunque suene paradójico, puede que el gran ganador de la inteligencia artificial no esté en Silicon Valley… sino en los campos de gas y las redes eléctricas del mundo.
Si la historia se repite, dentro de unos años muchos se sorprenderán al descubrir que el verdadero combustible del futuro digital no fue el silicio, sino la energía que lo alimenta.
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